Benedicto XVI: Mensaje del 02/06/2006
sábado, 29 de diciembre de 2007
En el fuego del amor
Benedicto XVI: Mensaje del 02/06/2006
miércoles, 3 de octubre de 2007
EL ROSARIO DE LA VIRGEN MARÍA
El Rosario de la Virgen María, que se desarrolló progresivamente en el segundo milenio bajo la inspiración del Espíritu de Dios, es una oración amada por numerosos santos y aconsejada por el Magisterio. En su simplicidad y en su profundidad, permanece, incluso, en el tercer milenio que comenzamos, como una oración de gran significado, destinada a dar frutos de santidad.
Ella se sitúa en la línea espiritual de un cristianismo que, después de dos mil años, no ha perdido nada del frescor de sus orígenes y que se siente impulsado por el Espíritu de Dios « a seguir adelante » para “gritarle” nuevamente al mundo, que Cristo es el Señor y Salvador, que Él es «el camino, la verdad, y la vida» (Juan 14, 6) que Él es el «fin de la historia de la humanidad, el punto hacia el cual convergen los deseos de la historia y de la civilización».
Juan-Pablo II
Carta apostólica Rosarium Virginis Mariae, n°1 (octubre 2002)
El Rosario de la Virgen María (II)
Sería imposible citar el número de santos que han encontrado en el Rosario una auténtica vía de santificación. Basta recordar al santo Luis María Grignion de Montfort, autor de una obra preciosa sobre el Rosario, y más cerca de nosotros al Padre Pío de Pietrelcina, a quien yo tuve recientemente la dicha de canonizar.
El bienaventurado Bartola Longo tuvo un carisma especial, el de verdadero apóstol del Rosario. Su camino de santidad se apoya sobre una inspiración que oyó en lo más profundo de su corazón: «Quien propaga el Rosario está salvado». A partir de entonces, se sintió llamado a construir en Pompeya un santuario dedicado a la Virgen del Rosario, cerca de las ruinas la antigua ciudad, tocada hacía poco por el anuncio evangélico, antes de ser sepultada en el año 79 durante la erupción del Vesuvio para renacer de sus cenizas siglos más tarde, como testimonio de la luz y de la sombra de la civilización clásica.
Juan-Pablo II
Carta apostólica Rosarium Virginis Mariae, n°8 (octubre 2002)
martes, 28 de agosto de 2007
María, Reina del Universo
Concilio Vaticano II,
Lumen Gentium 59
sábado, 18 de agosto de 2007
de UN MINUTO CON MARÍA...
Si la Madre de Jesús, ahora glorificada en el Cielo en cuerpo y alma, es la imagen y el comienzo de lo que será la Iglesia en los siglos venideros, en su forma acabada, entonces bien, sobre la tierra hasta la venida del día del Señor (cf. II Petr. 3, 10), ella brillará, como un signo de esperanza y de consuelo, delante del Pueblo de Dios en marcha.
Es una gran alegría y un gran consuelo para este santo Concilio que cuenta con muchas personas incluso entre los hermanos separados, para darle a la Madre de nuestro Señor y Salvador, el honor que le corresponde, especialmente entre los orientales que rivalizan en ardor y devoción en el culto a la Madre de Dios, siempre virgen.
Constitución dogmática Lumen Gentium
Titulo V cap. 68 et 69- (21 de noviembre, 1964)
María, signo seguro de esperanza (II)
Que todos los fieles rueguen encarecidamente a la Madre de Dios y a la Madre de los hombres, ella que rodea con sus oraciones los inicios de la Iglesia, y que, mientras es exaltada entre ángeles bienaventurados, que le supliquen que interceda en unión con todos los santos, ante su Hijo, hasta que todas las familias, todos los pueblos, marcados ya con el nombre de cristianos o ignorantes todavía de su Salvador, sean reunidos felizmente en la paz y la concordia en un solo Pueblo de Dios por la gloria de la Santísima e indivisible Trinidad.
Constitución dogmática Lumen Gentium
Titulo V cap. 68 et 69- ( 21 de noviembre, 1964)
jueves, 16 de agosto de 2007
La fe del cazador español en Choshuenco
El asturiano Ramón Corces Río visita hace varios años este lugar y siempre está recorriendo diferentes sectores aledaños a Choshuenco, porque gusta de la caza del jabalí, animal que por su carne llama mucho la atención de los cazadores.
Sin embargo, Corces no olvidará jamás lo acontecido en Choshuenco. Un día cuando salió a cazar jabalíes no tuvo los resultados esperados. Siempre acostumbra cazar estos animales con perros adiestrados para ello. Pero en esa oportunidad, uno de estos perros se perdió y Ramón fue en su búsqueda, sin pensar que en el trayecto sufriría un accidente que marcó su vida para siempre.
Era un atardecer, cuando este español, con el afán de encontrar su mascota, sin darse cuenta resbaló quedando colgado de un árbol al borde de un precipicio en el sector conocido como Enco, a orillas del río Blanco. Permaneció suspendido sobre el precipicio durante más de 24 horas.
Seguramente, la desesperación era enorme, pero su fe era más grande. Pasó toda la noche aferrado al arbusto hasta que al otro día un poblador de Choshuenco lo encontró y lo rescató de aquella situación donde estuvo a punto de encontrar la muerte.
Luego de ello, hasta el lugar llegaron carabineros de Choshuenco y Valdivia, quienes también participaron en el rescate. Además se movilizaron tanto el cónsul como el embajador de España en Chile.
Luego de superar esta experiencia, Ramón Corces y en forma de agradecimiento a Dios por superar el difícil momento, decidió realizar las gestiones para donar al pueblo de Choshuenco la imagen de la Virgen patrona de Asturias, conocida como la Virgen de Covadonga o también denominada como Santina.
Antes que la imagen de la Virgen de Covadonga llegara a Choshuenco fue visitada en Santiago por dos mujeres habitantes de esta localidad en una ceremonia que contó con la presencia del ex canciller y embajador Juan Gabriel Valdés.
Las señoras de la Cofradía española de Asturias, con asiento en Chile, realizan constantemente una o dos procesiones en este lugar, donde se comparte con todos los habitantes. Actualmente, Ramón Corces es propietario de ferreterías en Santiago y continúa practicando la caza del jabalí en diferentes épocas del año, en el pueblo donde su pasado hoy se ha convertido en una historia célebre. Asimismo, la virgen de Covadonga permanece en la capilla de Choshuenco.
Actualmente, la estación televisiva española Telecable prepara un documental con asturianos repartidos por distintas partes del mundo, en el que la increíble historia de Ramón Corces ocupará seguramente un lugar especial.
Autor: Vicente Ramírez O.
miércoles, 25 de julio de 2007
Declaraciones del secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe
jueves, 21 de junio de 2007
Nueve Primeros Viernes de Mes
A partir de la primera revelación, Santa Margarita María Alacoque sufriría todos los primeros viernes de mes, hasta su muerte, la experiencia mística de la llaga del costado de Jesús. Estos eran los momentos particularmente elegidos por el Señor para manifestarle lo que quería de ella y para descubrirle los secretos de su amable Corazón.
Propósito de la devoción: Reparación al Corazón de Jesús.
Las promesas de Jesús dada por medio de Santa Margarita María Alacoque a los que practicaran y propagaran dicha devoción. Incluye la promesa a quienes comulguen nueve primeros viernes de mes.El motivo principal de la devoción debe ser el amor a Jesús y no solo las promesas ligadas a ella. Sin embargo si el mismo Jesús quiso darnos un aliciente con sus promesas, podemos legítima y provechosamente apoyarnos también en ellas para fortalecer nuestra débil voluntad para todo lo que es el servicio de Dios.
Para ganar esta gracia debemos:
Oraciónes después de comulgar los 1ros Viernes:
Amado Jesucristo. Confío en tus promesas y misericordia.
Oh Dios, que en el corazón de tu Hijo, herido por nuestros pecados, has depositado infinitos tesoros de caridad; te pedimos que, al rendirle el homenaje de nuestro amor, le ofrezcamos una cumplida reparación. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén.
lunes, 28 de mayo de 2007
Los frutos de la devoción a María
domingo, 27 de mayo de 2007
Esposa del Espíritu Santo
María ha colaborado con el Espíritu Santo a la mayor obra que ha sido posible, es decir, la Encarnación del Verbo. En consecuencia, Ella realizará también los mayores portentos de los últimos tiempos. La formación y educación de los grandes santos, que vivirán hacia el fin del mundo, están reservadas a Ella, porque sólo esta Virgen singular y milagrosa puede realizar en unión del Espíritu Santo, las cosas singulares y extraordinarias.
Cuando el Espíritu Santo, su Esposo, la encuentra en un alma, vuela y entra en esa alma en plenitud y se le comunica tanto más abundantemente cuanto más sitio hace el alma a su Esposa.
Una de las razones principales de que el Espíritu Santo no realice maravillas portentosas en las almas, es que no encuentra en ellas una unión suficientemente estrecha con su fiel e indisoluble Esposa.
Digo "fiel e indisoluble Esposa", porque desde que este Amor sustancial del Padre y del Hijo, se desposó con María para producir a Jesucristo, Cabeza de los elegidos, y a Jesucristo en los elegidos, jamás la ha repudiado, porque Ella se ha mantenido siempre fiel y fecunda.
San Luis-María Grignion de Montfort
Tratado de la Verdadera Devoción a la Santa Virgen n°35 y 36
miércoles, 23 de mayo de 2007
¿MURIÓ LA VIRGEN MARÍA? (I PARTE)
Juan Pablo II, en una de sus Catequesis sobre el tema, nos recordaba que Pío XII y el Concilio Vaticano II no se pronuncian sobre la cuestión de la muerte de María. Pero aclara que “Pío XII no pretendió negar el hecho de la muerte; solamente no juzgó oportuno afirmar solemnemente, como verdad que todos los creyentes debían admitir, la muerte de la Madre de Dios”. (JP II, 25-junio-97)
Sin embargo, algunos teólogos han sostenido la teoría de la inmortalidad de María, pero Juan Pablo II nos dice al respecto,“existe una tradición común que ve en la muerte de María su introducción en la gloria celeste”. (JP II, 25-junio-97)
Se refiere posiblemente a que, como afirma Antonio Royo Marín o.p., la Asunción gloriosa de María, después de su muerte y resurrección, reúne un apoyo inmensamente mayoritario entre los Mariólogos. (cfr. La Virgen María, A. Royo Marín, 1968).
Los argumentos en favor de la muerte de María los dividiremos: según la Tradición Cristiana (incluyendo el Arte Cristiano), según la Liturgia, según la razón teológica y por la utilidad de la muerte.
1. Según la Tradición Cristiana:
Royo Marín afirma que el testimonio de la Tradición -dice que sobretodo a partir del Siglo II- es abrumador a favor de la muerte de María. Es su afirmación, aunque no da citas al respecto. (cfr. La Virgen María, A. Royo Marín, 1968).
Inclusive la misma Bula Munificentissimus Deus de Pío XII (sobre el Dogma de la Asunción), aunque no propone como dogma la muerte de María, nos presenta este dato interesantísimo sobre la muerte de María en la Tradición de la Iglesia: “Los fieles, siguiendo las enseñanzas y guía de sus pastores ... no encontraron dificultad en admitir que María hubiese muerto como murió su Unigénito. Pero eso no les impidió creer y profesar abiertamente que su sagrado cuerpo no estuvo sujeto a la corrupción del sepulcro y que no fue reducido a putrefacción y cenizas el augusto tabernáculo del Verbo Divino” (Pío XII, Bula Munificentissimus Deus #7, cf. Doc. mar. #801).
El Padre Joaquín Cardoso, s.j. edita en México en el Año de la declaración del Dogma un librito “La Asunción de María Santísima”. Y nos refiere lo siguiete sobre la muerte de María en la Tradición:
“Hasta el Siglo IV no hay documento alguno escrito que hable de la creencia de la Iglesia, explícitamente, acerca de la Asunción de María. Sin embargo, cuando se comienza a escribir sobre ella, todos los autores siempre se refieren a una antigua tradición de los fieles sobre el asunto. Se hablaba ya en el Siglo II de la muerte de María, pero no se designaba con ese nombre de muerte, sino con el de tránsito, sueño o dormición, lo cual indica que la muerte de María no había sido como la de todos los demás hombres, sino que había tenido algo de particular. Porque aunque de todos los difuntos se decía que habían pasado a una vida mejor, no obstante para indicar ese paso se empleaba siempre la palabra murió, o por lo menos `se durmió en el Señor', pero nunca se le llamaba como a la de la Virgen así, especialmente, y como por antonomasia, el Tránsito, el Sueño”.
Son muchísimos los Sumos Pontífices que han enseñado expresamene sobre la muerte de María. Entre éstos, nuestro Papa Juan Pablo II, quien en su Catequesis del 25 de junio de 1997, titulada por el Osservatore Romano “La Dormición de la Madre de Dios”, nos da más datos sobre la muerte de María en la Tradición:
Santiago de Sarug (+521): “El coro de los doce Apóstoles” cuando a María le llegó “el tiempo de caminar por la senda de todas las generaciones”, es decir, la senda de la muerte, se reunió para enterrar “el cuerpo virginal de la Bienaventurada”.
San Modesto de Jerusalén (+634), despues de hablar largamente de la “santísima dormición de la gloriosísima Madre de Dios”, concluye su “encomio”, exaltando la intervención prodigiosa de Cristo que “la resucitó de la tumba” para tomarla consigo en la gloria .
San Juan Damasceno (+704), por su parte, se pregunta: “¿Cómo es posible que aquélla que en el parto superó todos los límites de la naturaleza, se pliegue ahora a sus leyes y su cuerpo inmaculado se someta a la muerte?”. Y responde: “Ciertamente, era necesario que se despojara de la parte mortal para revestirse de inmortalidad, puesto que el Señor de la naturaleza tampoco evitó la experiencia de la muerte. En efecto, El muere según la carne y con su muerte destruye la muerte, transforma la corrupción en incorruptibilidad y la muerte en fuente de resurrección”. No es posible, además, ignorar el Arte Cristiano, en el que encontramos gran número de mosaicos y pinturas que han representado la Asunción de María, tratando de hacernos ver gráficamente el paso inmediato de la “dormición” al gozo pleno de la gloria celestial, e inclusive algunos, del paso del sepulcro a la gloria, siendo asunta al Cielo.
¿MURIO LA VIRGEN MARIA? (II PARTE)
De acuerdo a Royo Marín, el argumento litúrgico tiene gran valor en teología, según el conocido aforismo orandi statuat legem credendi, puesto que en la aprobación oficial de los libros litúrgicos está empeñada la autoridad de la Iglesia, la cual iluminada por el Espíritu Santo, no puede proponer a la oración de los fieles fórmulas falsas o erróneas.
Y desde la más remota antigüedad, la liturgia oficial de la Iglesia recogió la doctrina de la muerte de María. Royo Marín refiere dos oraciones “Veneranda nobis...” y “Subveniat, Domine ...” , las cuales estuvieron en vigor hasta la declaración del Dogma (1950) y recogen expresamente la muerte de María al celebrar al fiesta de su gloriosa Asunción a los Cielos. Las oraciones posteriores a la declaración del Dogma, por razones obvias, no aluden a la muerte.
Así decía la oración “Veneranda nobis”: “Ayúdenos con su intercesión saludable, ¡oh, Señor!, la venerable festividad de este día, en el cual, aunque la santa Madre de Dios pagó su tributo a la muerte, no pudo, sin embargo, ser humillada por su corrupción aquélla que en su seno encarnó a tu Hijo, Señor nuestro”.
El Padre Joaquín Cardoso, s.j. tiene esto que decirnos sobre la muerte de María en la Liturgia:
“La Iglesia, pues, tanto la Griega, como la Latina, creyeron siempre, no solamente como posible, sino como regla, en la muerte de María, y en las más antiguas Liturgias de ambas Iglesias se encuentra siempre la celebración y el recuerdo de la muerte de María, con el nombre de la Dormición, Sueño o Tránsito de Nuestra Señora. Porque eso sí: si creían que realmente la Virgen había muerto, indicaban con esa denominación, no usada comúnmente para todas las muertes, que la de la Virgen había tenido algún carácter especial y extraordinario, que es precisamente el de su resurrección inmediata y Asunción a los Cielos”.
“Y como dicen los críticos, aun protestantes ... ya en el Siglo VI era absolutamente general la creencia en la Asunción de María, tal cual lo demuestran las antiquísimas liturgias de todas las Iglesias que tienen, al menos desde el siglo IV, establecida la Fiesta de la Dormición de María”.
3. Según la razón teológica:
Iniciamos este aparte con Juan Pablo II: “¿Es posible que María de Nazaret haya experimentado en su carne el drama de la muerte? Reflexionando en el destino de Maria y en su relación con su Hijo Divino, parece legítimo responder afirmativamente: dado que Cristo murió, sería difícil sostener lo contrario por lo que se refiere a su Madre” (JP II, 25-junio-97).
Cristo, el Hijo de Dios e Hijo de María, murió. Y ¿puede ser la Madre superior al Hijo de Dios en cuanto a la muerte física? Es cierto que la Santísima Virgen María, habiendo sido concebida sin pecado original (Inmaculada Concepción) tenía derecho a no morir. Pero, nos decía Juan Pablo II: “El hecho de que la Iglesia proclame a María liberada del pecado original por singular privilegio divino, no lleva a concluir que recibió también la inmortalidad corporal. La Madre no es superior al Hijo, que aceptó la muerte, dándole nuevo significado y transformándola en instrumento de salvación. ” (JP II, 25-junio-97)
Y Royo Marín remata este argumento de la siguiente manera: “Sin duda alguna, María hubiera renunciado de hecho a ese privilegio para parecerse en todo -hasta en la muerte y resurrección- a su Divino Hijo Jesús.”
El Padre Joaquín Cardoso, s.j. dice al respecto: “María Santísima nunca tuvo pecado, por el privilegio de Dios de su Inmaculada Concepción; por consiguiente, no estaba sujeta a la muerte, como no lo estaba Jesucristo; pero también Ella tomó sobre sí nuestro castigo, nuestra muerte”.
Y Juan Pablo II: “María, implicada en la obra redentora y asociada a la ofrenda salvadora de Cristo, pudo compartir el sufrimiento y la muerte con vistas a la redención de la humanidad”. (JP II, 25-junio-97)
4. Por la utilidad de la muerte:
Dice Royo Marín que la muerte de María nos sirve de ejemplo y consuelo. María debió morir para enseñarnos a bien morir y dulcificar con su ejemplo los supuestos terrores de la muerte. Los recibió con calma, con serenidad, aún más, con gozo, mostrándonos que no tiene nada de terrible la muerte para aquéllos que en la vida han cumplido la Voluntad de Dios. Y Juan Pablo II: “María, implicada en la obra redentora y asociada a la ofrenda salvadora de Cristo, pudo compartir el sufrimiento y la muerte con vistas a la redención de la humanidad”. (JP II, 25-junio-97) “La experiencia de la muerte enriqueció a la Virgen: habiendo pasado por el destino común a todos los hombres, es capaz de ejercer con más eficacia su maternidad espiritual con respecto a quienes llegan a la hora suprema de la vida”. (JP II, 25-junio-97).
lunes, 14 de mayo de 2007
Milagro del 13 de mayo...
Una mano disparó, otra desvió la bala (I)
El 13 de mayo, el Santo Padre había desayunado con el Profesor Lejeune, su esposa y otro invitado, y luego, dentro de la mayor tranquilidad, se dirigió a la Plaza de San Pedro. Cuando daba la vuelta por la plaza, cerca de la puerta de bronce, el turco Mehmet Ali Agja le disparó, hiriéndolo en el abdomen, en el codo derecho y en el índice de la mano izquierda.
Nadie creía que esto hubiese podido ocurrir. Yo estaba detrás del Santo Padre, aturdido, no lograba comprender nada. El ruido en la plaza era ensordecedor. Todas las palomas alzaron el vuelo. Alguien había disparado, pero quién podría ser? Yo vi que el Santo Padre …. Pero no le veíamos señales de sangre ni de herida. Entonces, le pregunté, dónde? Y el me respondió: en el vientre. Tiene dolor, añadí y asintió, sí. El iba en el auto apoyado en mí; de ahí pasamos a una ambulancia. Su Santidad llevaba los ojos cerrados, se notaba que sufría mientras repetía algunas oraciones breves. Sobre todo, si mal no recuerdo : “ ¡María, madre mía. María, madre mía!”
El Dr Buzzonetti y la hermana Camila iban con nosotros en la ambulancia que corría veloz y ningún tipo de policía nos acompañaba. La sirena comenzó a sonar un centenar de metros más tarde. El trayecto que normalmente se hace en media hora nosotros lo hicimos en ocho minutos en plena circulación de Roma. Tiempo después, el Santo Padre me dijo que había guardado consciencia hasta su llegada al hospital y que siempre estuvo convencido de que las heridas no serían mortales.
Testimonio de Monseñor Stanislas Dziwisz,
Reproducido por André Frossard en "N'ayez pas peur. Dialogue avec Jean-Paul II"
(Robert Laffont, París, 1982) - p.333 a 345.
Una mano disparó, otra desvió la bala (II)
Doscientos polacos trajeron de Polonia una imagen de N.S. de Chestokova y la colocaron en el suelo frente a la silla del Papa, mientras oraban con mucho fervor.
La operación duró cinco horas y veinte minutos. El estado del herido era considerado como muy grave. La tensión la tenía bajísima. Monseñor Dziwisz le dio la extremaunción. “Al principio todo era angustia; pero la esperanza volvió gradualmente durante la operación. Luego, se supo que ningún órgano vital había sido tocado y que tenía posibilidades de salir con vida”. El Papa había perdido tres cuartos de su sangre y la transfusión sanguínea vino a transmitirle un virus. Pasó mucho tiempo en reanimación, pero cinco días después del atentado, aludiendo a un proverbio polaco, declaró: “Una mano disparó, otra desvió la bala”.
El le había pedido al obispo de Fátima, entonces en Roma, que viniera a su lecho de enfermo a hablarle del mensaje de la Virgen y después del Ángelus del domingo siguiente, en un mensaje grabado en su habitación del hospital, el Santo Padre le confiaba al Corazón Inmaculado de María toda la humanidad. Un año más tarde, el 13 de mayo de 1982 rindió gracias a la Virgen de Fátima y una de las balas sería incrustada en la corona de la Virgen. El 25 de marzo de 1984 junto con los obispos del mundo entero celebra la consagración al Corazón Inmaculado de María solicitado por la Virgen y Rusia será liberada del comunismo poco después, sin derramamiento de sangre.
El 13 de mayo del 2000, en Fátima, durante la beatificación de los dos pastorcitos, Jacinta y Francisco, él revela el contenido de la última parte del mensaje de Fátima que hablaba de los sufrimientos de la Iglesia y del “obispo vestido de blanco”, herido de “dos disparos de arma de fuego”, señalando que él veía en ese mensaje el anuncio del atentado del 13 mayo de 1981.
Y siempre frente a esa estatua de Fátima, el 8 de octubre del 2000, durante el Jubileo de los obispos, el Papa pronuncia en la Plaza de San Pedro el Acto solemne de confianza con el que ponía el III milenio bajo la protección de la Virgen.
Testimonio de Monseñor Stanislas Dziwisz,
Reproducido por André Frossard en "N'ayez pas peur. Dialogue avec Jean-Paul II"
(Robert Laffont, Paris, 1982) - p.333 à 345.
viernes, 11 de mayo de 2007
De Un Minuto con María...
Los santos han dicho cosas admirables de esta ciudad Santa de Dios. Y, según ellos mismo testifican, nunca han estado tan elocuentes ni se han sentido tan felices como al hablar de Ella. Todos a una proclaman que:
la altura de sus méritos, elevados por Ella hasta el trono de la Divinidad, es inaccesible;
la grandeza de su poder, que se extiende hasta sobre el mismo dios, es incomprensible.
Y, en fin, la profundidad de su humildad y de todas sus virtudes y gracias es un abismo insondable.
¡Oh altura incomprensible! ¡Oh anchura inefable! ¡Oh grandeza sin medida! ¡Oh abismo impenetrable!
San Luis-María Grignion de Montfort
Tratado de la Verdadera Devoción a la Santa Virgen n°7
A Jesús por medio de María (II)
Todos los días, del uno al otro confín de la tierra, en lo más alto del cielo y en lo más profundo de los abismos, todo pregona y exalta a la admirable María. Los nueve coros angélicos, los hombres de todo sexo, edad y condición, religión, buenos y malos, y hasta los mismo demonios, de grado o por fuerza, se ven obligados por la evidencia de la verdad a proclamarla bienaventurada.
Todos los ángeles en el cielo dice San Buenaventura le repiten continuamente: "¡Santa, santa, santa María! ¡Virgen y Madre de Dios!" y le ofrecen todos los días millones y millones de veces la salutación angélica: "Dios te salve, María...", prosternándose ante Ella y suplicándole que, por favor, los honre con alguno de sus mandatos. "San Miguel llega a decir San Agustín aún siendo el príncipe de toda la milicia celestial, es el más celoso en rendirle y hacer que otros le rindan toda clase de honores, esperando siempre sus órdenes para volar en socorro de alguno de sus servidores".
San Luis-María Grignion de Montfort
Tratado de la Verdadera Devoción a la Santa Virgen n° 8
A Jesús por medio de María (III)
Toda la tierra está llena de su gloria, particularmente entre los cristianos que la han escogido por tutela y patrona de varias naciones, provincias, diócesis y ciudades. ¡Cuántas catedrales no se hallan consagradas a Dios bajo su advocación! ¡No hay iglesia sin un altar en su honor, ni comarca ni religión donde no se dé culto a alguna de sus imágenes milagrosas, donde se cura toda suerte de enfermedades y se obtiene toda clase de bienes! ¡Cuántas cofradías y congregaciones en su honor! ¡Cuántos institutos religiosos colocados bajo su nombre y protección! ¡Cuántos congregantes en las asociaciones piadosas, cuántos religiosos en todas las Ordenes! ¡Todos publican sus alabanzas y proclaman sus misericordias!
No hay siquiera un pequeñuelo que, al balbucir el Avemaría, no la alabe. Ni apenas un pecador que, aunque obstinado, no conserve alguna chispa de confianza en Ella. Ni siquiera un solo demonio en el infierno que, temiéndola, no la respete.
San Luis-María Grignion de Montfort
Tratado de la Verdadera Devoción a la Santa Virgen, n°
A Jesús por medio de María (IV)
Es, por tanto, justo y necesario repetir con los santos: DE MARIA NUNQUAM SATIS. María no ha sido aún alabada, ensalzada, honrada y servida como se debe. Merece aún mejores alabanzas, respeto, amor y servicio. (10)
Debemos decir también con el Espíritu Santo: "Toda la gloria de la Hija del rey está en su interior". Como si toda la gloria exterior que el cielo y la tierra le rinden a porfía, fuera nada en comparación con la que recibe interiormente de su Creador y que es desconocida a criaturas insignificantes, incapaces de penetrar el secreto de los secretos del Rey. (11)
Debemos también exclamar con el Apóstol: "El ojo no ha visto, el oído no ha oído, a nadie se le ocurrió pensar..." las bellezas, grandezas y excelencias de María, milagro de los milagros de la gracia, de la naturaleza y de la gloria. "Si quieres comprender a la Madre dice un santo trata de comprender al Hijo. Pues Ella es digna Madre de Dios" (12)
¡Enmudezca aquí toda lengua!
San Luis-María Grignion de Montfort
Tratado de la Verdadera Devoción a la Santa Virgen, n°10, 11 y 12
A Jesús por medio de María (V)
El corazón me ha dictado cuanto acabo de escribir con alegría particular para demostrar que la excelsa María ha permanecido hasta ahora desconocida y que ésta es una de las razones de que Jesucristo no sea todavía conocido como debe serlo. De suerte que si el conocimiento y reinado de Jesucristo han de dilatarse en el mundo como ciertamente sucederá esto acontecerá como consecuencia necesaria del conocimiento y reinado de la Santísima Virgen, quien lo trajo al mundo la primera vez y lo hará resplandecer, la segunda.
San Luis-María Grignion de Montfort
Tratado de la Verdadera Devoción a la Santa Virgen, n°13
martes, 8 de mayo de 2007
La Coronilla de la Divina Misericordia
1. Comenzar con un Padre Nuestro, Avemaría, y Credo.
2. Al comenzar cada decena (cuentas grandes del Padre Nuestro) decir:
"Padre Eterno, te ofrezco el Cuerpo,
la Sangre, el Alma y la Divinidad
de Tu Amadísimo Hijo,
Nuestro Señor Jesucristo,
para el perdón de nuestros
pecados y los del mundo entero."
3. En las cuentas pequeñas del Ave María:
"Por Su dolorosa Pasión,
ten misericordia de nosotros
y del mundo entero."
4. Al finalizar las cinco decenas de la coronilla se repite tres
veces:
"Santo Dios, Santo Fuerte,
Santo Inmortal, ten piedad de
nosotros y del mundo entero."
Según el diario de Santa María Faustina Kowalska
"Alienta a las personas a decir la Coronilla que te he dado... Quien la recite recibirá gran misericordia a la hora de la muerte. Los sacerdotes la recomendaran a los pecadores como su último refugio de salvación. Aun si el pecador mas empedernido hubiese recitado esta Coronilla al menos una vez, recibirá la gracia de Mi infinita Misericordia. Deseo conceder gracias inimaginables a aquellos que confían en Mi Misericordia."
"Escribe que cuando digan esta Coronilla en presencia del moribundo, Yo me pondré entre mi Padre y el, no como Justo Juez sino como Misericordioso Salvador."
miércoles, 18 de abril de 2007
¿Hablamos de un hombre santo? A mi me parece.
Lágrimas y Tristeza
lunes, 2 de abril de 2007
Juan Pablo II, a dos años de su muerte
(Recetas al alcance de todas y todos)
1. TENER A LA MANO:
Abrelatas, para abrir corazón endurecido.
Cuchillo, para cortar vicios.
Destapador, para destapar lo atorado en las relaciones familiares.
Colador, para pasar por alto las ofensas y purificar intenciones.
Mandil (delantal), para el servicio.
2. ABSTENERSE:
Abstenerse de comer prójimo (chismes, murmuraciones y calumnias).
Bajarle al condimento de desquites.
Evitar consumir altas grasas de egoísmo.
Lavar bien el corazón para que no se ensucie de cólera.
Evitar el consumo excesivo de picantes para no picarse y decir
maldiciones.
Evitar el camarón, porque adormece la conciencia, y "camarón que se duerme, se
lo lleva la corriente".
No tomar postres helados que congelen el afecto.
3. MENÚ RECOMENDADO:
Como platillo fuerte: exquisita caridad para con el prójimo.
Caldo de atención a los desamparados y enfermos.
Ensalada de detalles de afecto para los suyos.
Pan abundante para compartir con el hambriento.
Vino de alegría para convidar a los tristes y desanimados.
Sopa de letras para escribir más seguido a familiares y amigos.
Sopa de zanahoria para ver con buenos ojos a los demás.
DE POSTRE SE RECOMIENDA:
Perita en dulce, para ser buena persona.
Yogurt de guayaba... para repetir gestos de perdón.
Naranja dulce y limón partido... abrazar a los seres queridos.
Y no olvides:
"DONDE COME UNO, COMEN DOS"
Comparte tu vida con OTRAS PERSONAS.
Finalmente, el Chef celestial recomienda sobre todo el alimento
espiritual:
"EL QUE COME MI CARNE Y BEBE MI SANGRE, TIENE VIDA ETERNA"
Fuente: e-mail recibido...
sábado, 31 de marzo de 2007
Curada por intercesión de Juan Pablo II
* * *Estaba enferma de Parkinson. Me fue diagnosticado en junio de 2001. La enfermedad me había afectado toda la parte derecha del cuerpo, causándome una serie de dificultades. Después de tres años, de una fase inicial lentamente progresiva de la enfermedad, se agravaron los síntomas, se acentuaron los temblores, la rigidez, los dolores y el insomnio. Desde el 2 de abril de 2005, comencé a empeorar de semana en semana, me debilitaba de día en día, no conseguía escribir -soy zurda- y, si intentaba hacerlo, lo que escribía era difícilmente legible. No conseguía conducir el coche, salvo en trayectos muy breves, porque mi pierna izquierda se bloqueaba a veces durante mucho rato y la rigidez no me permitía conducir. Para desarrollar mi trabajo en el ámbito hospitalario necesitaba además siempre mucho tiempo. Estaba totalmente exhausta. Después del diagnóstico, me era difícil ver a Juan Pablo II en televisión; pero me sentía muy cercana a él en la oración, y sabía que podía entender lo que yo vivía. Admiraba su fuerza y su coraje, que me estimulaban a no rendirme y a amar este sufrimiento. Sólo el amor habría dado sentido a todo ello. Era una lucha cotidiana, pero mi único deseo era vivirla en la fe, y de aceptar con amor la voluntad del Padre. Era la Pascua de 2005, y deseaba ver a nuestro Santo Padre en televisión, porque en mi interior sabía que sería la última vez que iba a poder hacerlo. Durante toda la mañana me preparé para aquel encuentro (él me mostraba lo que yo sería al cabo de algunos años). Era muy duro para mí, que era tan joven... Pero un imprevisto no me permitió verlo. La tarde del 2 de abril de 2005, estaba reunida toda la comunidad para participar en la vigilia de oración en la plaza de San Pedro, transmitida en directo por la televisión francesa de la diócesis de Paría (KTO), cuando fue anunciada la muerte de Juan Pablo II se me vino el mundo encima. Había perdido al amigo que me entendía y que me daba la fuerza de seguir adelante. Notaba en aquellos días la sensación de un gran vacío, pero sentía la certeza de su presencia viva. El 13 de mayo, fiesta de Nuestra Señora de Fátima, el Papa Benedicto XVI anunció oficialmente el comienzo de la Causa de beatificación y canonización del Siervo de Dios Juan Pablo II. A partir del 14 de mayo, las hermanas de todas las comunidades francesas y africanas pidieron la intercesión de Juan Pablo II para mi curación. Rezaron incansablemente, hasta que llegó la noticia de la curación. Yo estaba de vacaciones en aquellos días. El 26 de mayo, concluido el tiempo de descanso, volví a la comunidad, totalmente exhausta a causa de la enfermedad. Si crees, verás la gloria de Dios: éste es el fragmento del evangelio de San Juan que me acompaña desde el 14 de mayo. Y el 1 de junio: «¡No puedo más! Debo luchar para mantenerme en pie y andar». El 2 de junio, por la tarde, fui a hablar con mi Superiora, para pedirle que me dispensara de toda actividad laboral. Me pidió que resistiese todavía un poco, hasta el regreso de Lourdes, en agosto, y añadió: «Juan Pablo II no ha dicho todavía la última palabra». Seguramente, él estaba presente en aquel encuentro, que se desarrolló en la paz y en la serenidad. Luego, la Superiora me dio una estilográfica y me pidió que escribiera «Juan Pablo II». Eran las 17 horas. A duras penas, escribí «Juan Pablo II». Ante la caligrafía ilegible, permanecimos largo rato en silencio... Y la jornada prosiguió como de costumbre. Tras la oración de la tarde, a las 21 horas, pasé por mi oficina para volver después a mi habitación. Sentí el deseo de coger una estilográfica y escribir, como si alguien me dijera: «Coge tu estilográfica y escribe…». Eran las 21:30/45. La caligrafía era claramente legible, ¡sorprendente! Me tendí sobre la cama, estupefacta. Habían pasado exactamente dos meses desde el regreso de Juan Pablo II a la Casa del Padre... Me desperté a las 4:30, sorprendida de haber podido dormir. Me levanté de la cama. Mi cuerpo ya no estaba dolorido, había desaparecido la rigidez e interiormente ya no era la misma. Luego sentí una llamada interior y un fuerte impulso a caminar para ir a rezar ante el Santísimo Sacramento. Bajé a la capilla y permanecí en oración. Sentí una profunda paz y una sensación de bienestar, una experiencia demasiado grande, como un misterio, difícil de explicar con palabras. Después, siempre ante el Santísimo Sacramento, medité los misterios de la luz, de Juan Pablo II. A las 6 de la mañana, salí para unirme a mis hermanas en la capilla, para un momento de oración, seguido de la celebración eucarística. Tenía que recorrer unos 50 metros y, en aquel instante, al caminar, me di cuenta de que mi brazo izquierdo se balanceaba, ya no estaba inmóvil a lo largo del cuerpo. Noté también una ligereza y una agilidad física desconocidas para mí desde hace mucho tiempo. Durante la celebración eucarística, me sentí colmada de alegría y de paz. Era el 3 de junio, fiesta del Sagrado Corazón de Jesús. Al salir de Misa, estaba segura de que estaba curada... «Mi mano ya no tiembla. Me voy de nuevo a escribir». A mediodía dejé de tomar las medicinas. El 7 de junio, como estaba previsto, fui al neurólogo que me atendía desde hacía 4 años. Se quedó sorprendido, también él, al constatar la imprevista desaparición de todos los síntomas de la enfermedad, a pesar de que había interrumpido el tratamiento cinco días antes de la visita. Al día siguiente, la Superiora General confió a todas nuestras comunidades la acción de gracias, y toda la Congregación inició una novena de gratitud a Juan Pablo II. He interrumpido todo tipo de tratamiento. He reanudado el trabajo con normalidad, no tengo dificultad alguna para escribir, y conduzco incluso larguísimas distancias. Me parece haber renacido; es una vida nueva, porque nada es como antes. Hoy puedo decir que el amigo que dejó nuestra tierra está ahora muy cercano a mi corazón. Ha hecho crecer en mí el deseo de la adoración del Santísimo Sacramento y el amor por la Eucaristía, que tienen un lugar de privilegio en mi vida de cada día. Esto que el Señor me ha concedido vivir por intercesión de Juan Pablo II es un gran misterio, difícil de explicar con palabras... Pero nada es imposible para Dios. Realmente es cierto: «Si crees, verás la gloria de Dios».
miércoles, 28 de marzo de 2007
NO DEJES DE IR A MISA
Cada Misa que oíste te acompañará en el tribunal divino y abogará para que alcances perdón.
Con cada Misa puedes disminuir el castigo temporal que debes por tus pecados, en proporción con el fervor con que la oigas.
Con la asistencia devota a la Santa Misa, rindes el mayor homenaje a la Humanidad Santísima de Nuestro Señor.
La Santa Misa bien oída suple tus muchas negligencias y omisiones.
Por la Santa Misa bien oída se te perdonan todos los pecados veniales que estás resuelto a evitar, y muchos otros de que ni siquiera te acuerdas.
Por ella pierde también el demonio dominio sobre ti.
Ofreces el mayor consuelo a las benditas ánimas del Purgatorio.
Consigues bendiciones en tus negocios y asuntos temporales.
Una Misa oída mientras vivas te aprovechará mucho más que muchas que ofrezcan por ti después de la muerte.
Te libras de muchos peligros y desgracias en los cuales quizás caerías sino fuera por la Santa Misa.
Acuérdate también de que con ella acortas tu Purgatorio.
Con cada Misa aumentarás tus grados de gloria en el Cielo. En ella recibes la bendición del sacerdote, que Dios ratifica en el cielo.
Al que oye Misa todos los días, Dios lo librará de una muerte trágica y el Angel de la guarda tendrá presentes los pasos que dé para ir a la Misa, y Dios se los premiará en su muerte.
Durante la Misa te arrodillas en medio de una multitud de ángeles que asisten invisiblemente al Santo Sacrificio con suma reverencia.
Cuando oímos misa en honor de algún Santo en particular, dando a Dios gracias por los favores concedidos a ese Santo, no podemos menos de granjearnos su protección y especial amor, por el honor, gozo y felicidad que de nuestra buena obra se le sigue.
Todos los días que oigamos Misa, estaría bien que además de las otras intenciones, tuviéramos la de honrar al Santo del día.
La Misa es el don más grande que se puede ofrecer al Señor por las almas, para sacarlas del purgatorio, librarlas de sus penas y llevarlas a gozar de la gloria. "San Bernardo de Sena".
El que oye Misa, hace oración, da limosna o reza por las almas del Purgatorio, trabaja en su propio provecho. "San Agustín".
Por cada Misa celebrada u oídas con devoción, muchas almas salen del Purgatorio, y a las que allí quedan se les disminuyen las penas que padecen. "San Gregorio el Grande, Papa".
Durante la celebración de la Misa, se suspenden las penas de las almas por quienes ruega y obra el sacerdote, y especialmente de aquellas por las que ofrece la Misa. "San Gregorio el Grande".
Puedes ganar también Indulgencia Plenaria todos los lunes del año ofreciendo la santa Misa y Comunión en sufragio de las benditas almas del Purgatorio. Para los fieles que no pueden oír Misa el lunes vale que la oigan el domingo con esa intención.
Se suplica que apliquen todas las indulgencias en sufragio de las Almas del Purgatorio, pues Dios nuestro Señor, y ellas le recompensaran esta caridad.
La Santa Misa es la renovación del Sacrificio del Calvario, el Mayor acto de adoración a la Santísima Trinidad. Por eso es obligación oírla todos los domingos y fiestas de guardar.
Pasiri.
Fuente: Correo envíado por el Padre Luis Gabriel Barrero.
martes, 27 de marzo de 2007
UN MINUTO CON MARÍA
La tradición dice que los tres habitantes de la santa casa de Nazaret casi nunca hablaban. El dulce intercambio que nos podemos figurar como una parte de la vida de la Sagrada Familia tiene lugar en nuestra imaginación, pues no existieron. Ahí reinaba un silencio más profundo que la soledad de los Cartujos donde el viento de los Alpes gime en los corredores y estremece las ventanas desvencijadas, mientras todo lo demás guarda un silencio sepulcral. Las palabras de Jesús eran raras. Por eso María las conserva en su corazón, pues igual que un tesoro, eran tan raras como preciosas. Si reflexionamos, veremos que no podía ser de otra forma. Dios es silencioso.
El silencio de la Sagrada Familia (II)
¿Y cómo hubiese podido María no ser silenciosa? Una criatura que había vivido tanto tiempo con el Creador no podía hablar mucho; su corazón gozaba de plenitud, su alma se recogía en el silencio. Ella estaba con Jesús desde hacía doce largos años, años relativamente consagrados a la formación de hábitos, aunque hayan podido pasar por María como un éxtasis santo, pleno de un amor doloroso. Ella había cargado a Jesús en sus brazos, lo había velado mientras dormía, lo había alimentado, lo había visto a los ojos. El le había abierto sin cesar su corazón. Ella había aprendido a comprenderlo. Todas las semejanzas con Dios habían pasado por el alma de María. Nosotros sabemos cuán silencioso es Dios.
El silencio de la Sagrada Familia (III)
Entre el Creador y la criatura, en relaciones como la que existía entre Jesús y María, el silencio, mejor que las palabras, era un lenguaje. ¿Qué podrían haber dado las palabras? ¿Qué hubiesen podido decir? No habrían podido cargar el peso de los pensamientos de la Madre, menos todavía los del Hijo. Hablar habría sido un esfuerzo, una condescendencia, una bajada de la montaña, tanto por parte de María como por Jesús. ¿Y para qué bajar? San José no tenía necesidad. El también permanecía por encima de esas montañas de silencio, demasiado en alto para que ninguna voz, yo diría casi el mínimo eco de la tierra, hubiese podido llegar hasta él.
Fuente: UN MINUTO CON MARÍA... Federico William Faber (1814-1863) Al Pie de la Cruz, 3° dolor, París, Ambrosio Bray, 1858